¿Hasta cuándo?

Realmente un trabajo magnifico pero le hago una pregunta ¿ a quien llama usted sampedreños? Se lo digo porque o una de dos, la gran mayoria de los que vivimos aqui o estamos drogados con opio y nos da todo igual o estan aqui de paso y les importa esto un rábano, porque de lo contrario es inconcebible lo que está pasando. Nos da igual (me meteré yo tambien) que las palmeras caigan muertas por una plaga o que el parque de las Medranas se encuentre en ruinas o que lleven 3 años de gobierno ppepero y no hayan hecho nada y que en este último pretendan hacerlo todo (promesas).

Es muy oportuno el escrito de OSP presentado en noviembre. Eso demuestra que sí, que hay gentes organizadas que todavía generan algo de esperanza.

Estimado Bilderberg, vaya preguntita que me hace respecto a quién llamo yo sampedreño. Legalmente se puede considerar sampedreño a todo aquel que viva y pague sus impuestos en San Pedro. Emocionalmente la cosa es más complicada. San Pedro es una ciudad de aluvión. En un corto período de tiempo su población ha subido, de poco más de tres mil habitantes, a más de cuarenta mil. Esto supone que hoy conviven en San Pedro gentes que descienden de los antiguos colonos (son los menos) con quienes han venido de otros lugares de la península, de países europeos, de países sudamericanos, de países africanos y de países asiáticos (son la mayoría). Son gentes que traen consigo unos antecedentes culturales, lingüísticos y de costumbres tan diversos, que identificar un rasgo común que los defina como “sampedreños” es una tarea imposible. Pero de lo que no podemos dudar es de que ningún grupo tiene autoridad para menospreciar el carácter “sampedreño” de cualquier otro de los que conviven en este pueblo. Y si alguien se arrogara la autoridad de hacerlo sobre los demás, desde mi punto de vista, ése sería el menos sampedreño de todos.

Dicho esto, sí tengo que reconocer que hay un rasgo en el que confluyen sin excepción todos los habitantes de San Pedro, sea cual sea su origen:

En nuestro común afán de aspirar a una vida mejor para nosotros y para nuestros hijos, estaríamos dispuestos a movilizarnos con el objetivo de disponer de los medios que facilitaran esa aspiración, si fuéramos conscientes de que en la actualidad no somos dueños de esos medios. Todos veríamos con muy malos ojos el hecho de que nuestros recursos los administraran otras gentes que no sintieran preocupación por el bienestar de esos cuarenta y tantos mil habitantes de este pueblo. Y ese es el mensaje que hay que transmitir machaconamente, hasta que el último recién llegado se dé cuenta de que ésa es la situación actual. Se puede ser cristiano, semita, musulmán, hinduista, agnóstico, ateo, o del Atlético de Madrid, pero en cuanto tomemos conciencia de que nos están estafando, a todos nos surgirá espontáneamente ese punto de rebelión necesario para hacer que las cosas cambien. Poner de manifiesto a los sampedreños el hecho de que nos están estafando es la tarea que han de emprender los que asuman la función de liderar un movimiento regenerador de esta ciudad. Y cuando el mensaje sea lo suficientemente claro, veremos surgir “sampedreños” como setas. Sea cual sea su origen o convicciones.

Y todo lo demás, sobra.